BABETTES GAESTEBUD (Babette’s Feast – 1987) es un filme hermosísimo dirigido con delicadeza extrema por el ya difunto Gabriel Axel, en uno de los ejercicios más verosímiles y honestos de adaptación cinematográfica de los que se tengan memoria. El propio Axel escribió el guión, basándose en la historia homónima de Isak Dinesen. Y se encargaría también de dotar de la mayor verosimilitud posible, en términos de producción, todo el contexto de la narrativa del autor danés.
La historia es maravillosamente simple y está dotada de afecto y de reconciliación que, más allá del espíritu cristiano que la caracteriza, refuerza el valor de la humanidad y del amor como características imprescindibles y singulares del hombre como criatura viva. Y lo más notable de la narrativa de Axel es que logra trasmitirnos toda esta belleza a través de la gélida inmutabilidad danesa, con pequeños gestos y miradas destacados por una cámara inteligente y precisa, por actuaciones impecables y soberbias y, sobre todo, por una historia que está contada casi con sacra genialidad.
La llegada de Babette, una cocinera parisina sobreviviente de la guerra franco-prusiana, termina significando una bocanada de aire fresco para la muy pequeña y avejentada congregación protestante de las hermanas Martine en un poblado de la región de Julilandia, justo en las costas del mar de Barentz, y todo el tramo final de la cena en que se conmemoran los cien años del nacimiento del patriarca Martine es una celebración a la vida y la alegría en medio de un entorno árido y seco a la usanza del alma nórdica de los personajes de Dinesen.
La comida, consistente en una sopa de tortuga acompañada de Jerez amontillado, de tortitas de trigo sarraceno con caviar y crema agria servidos con champán Veuve Clicquot, de codornices en hojaldre con foie gras y salsa de trufa servidas con Clos de Vougeot Pinot Noir y de bizcocho al ron con higos y cerezas confitadas servido con champán, además de frutas frescas y café con coñac vieux marc Grande Champagne en medio de cánticos cristianos, no es más que una celebración de la vida y de la historia que Axel, graciosamente, nos regala en forma de una obra pura y soberbia, imprescindible para todo aquel que ame las artes, el cine y también, por qué no, una cena apetitosa y vital.