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La doble moral del globalismo: Corea del Sur y Rumania

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Si queremos entender la hipocresía del izquierdismo globalista, quizá no haya mejor ejemplo que las respuestas enormemente diferentes de los medios de comunicación a los recientes acontecimientos en Corea del Sur y Rumania.

El fallido golpe de Estado en Corea del Sur recibió mucha atención. El 3 de diciembre, el presidente Yoon Suk Yeol sorprendió al país, e incluso a su propio gobierno, con una repentina declaración de la ley marcial, que, según él, era necesaria para proteger a la nación de “fuerzas antiestatales” que conspiraban con Corea del Norte.

Algunas fuerzas militares y policiales se mostraron leales al presidente y trataron de cumplir sus órdenes para evitar que la Legislatura se reuniera. Sin embargo, tras masivas protestas callejeras y la resistencia de otros elementos dentro del ejército, los legisladores lograron reunirse. Aprobaron una resolución que anulaba la declaración de la ley marcial y, menos de dos semanas después, votaron para destituir al presidente Yoon.

El incidente recibió amplia cobertura en la prensa internacional, que en general carece de simpatía por el presidente. Su acción es vista como una estrategia desesperada para prolongar su carrera política tras su baja popularidad (su partido fue derrotado rotundamente en las elecciones legislativas de abril).

En contraste, el caso de Rumania muestra un silencio mediático llamativo. El 24 de noviembre, Călin Georgescu obtuvo el 23 % de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, pasando a la segunda vuelta contra Elena Lasconi, quien obtuvo el 19 %. Sin embargo, el 6 de diciembre, el Tribunal Constitucional anuló las elecciones, argumentando desinformación rusa y acusaciones de fraude en la financiación de campañas. La segunda vuelta fue cancelada y el actual presidente, Klaus Iohannis, se mantuvo en el cargo.

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A pesar de las irregularidades y de que no hay pruebas concluyentes contra Georgescu, la respuesta mediática fue un apagón casi total, mientras que los partidarios de Georgescu se mostraron débiles e incapaces de movilizar una resistencia significativa.

Este contraste refleja cómo la izquierda globalista prioriza sus intereses. En Corea del Sur, se impulsa el impeachment de un presidente con argumentos de protección democrática. En Rumania, el silencio ante un golpe judicial legitima la anulación de elecciones porque favorece a las élites.

La conclusión es clara: para la izquierda globalista, la democracia es válida solo si produce los resultados correctos. Este doble estándar no solo afecta a Corea del Sur y Rumania, sino que es un peligroso precedente para otras democracias en Europa, América y el resto del mundo.

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