Aunque Elon Musk clama por la creación de una zona de “libre comercio” entre Europa y Norteamérica, la realidad es muy distinta. En el mundo no existe libre comercio real. Detrás de la retórica globalista se esconde un sistema profundamente manipulado por intereses geopolíticos, subsidios, barreras regulatorias y el dominio de las grandes potencias.
Elon Musk Contra Trump: ¿Quién Entiende el Comercio?
Durante el fin de semana y en la mañana del lunes, Elon Musk volvió a mostrarse como un ferviente defensor del “libre comercio”. En publicaciones realizadas en X, la red social de su propiedad, criticó a Peter Navarro y a otros asesores de la administración Trump que han impulsado una política arancelaria decidida y confrontativa.
En respuesta a una aparición de Navarro en CNN, Musk sentenció: «Un doctorado en Economía de Harvard es malo, no bueno. Resulta en un problema de ego/cerebro». La burla no pasó desapercibida: Navarro replicó acusando a Musk de proteger únicamente su negocio de autos eléctricos, y de no comprender la dimensión estratégica de los aranceles.
Un Debate Entre Empresarios Y Estadistas
Mientras Musk se burla de los aranceles impuestos incluso a territorios habitados por pingüinos —en referencia a las islas Heard y McDonald—, el presidente Trump se ha mantenido firme: “¡Algún día la gente se dará cuenta de que los aranceles, para Estados Unidos de América, son algo muy hermoso!”
La diferencia de visión no es menor. Musk habla como empresario. Trump actúa como estadista. El primero busca abrir fronteras para facilitar el comercio de sus vehículos y tecnología. El segundo protege la industria nacional, asumiendo los costos políticos y económicos de una batalla comercial global.
El Fetiche Del Libre Comercio
Musk cita a Milton Friedman, uno de los evangelistas del libre mercado, para justificar su postura. Retuiteó el video del célebre “mira este lápiz”, una metáfora sobre la cooperación espontánea de miles de personas sin dirección central, gracias a la “magia del sistema de precios”.
Pero esa “magia” no existe en la economía real. La teoría del libre mercado parte de una premisa utópica: la competencia perfecta. Y en el mundo moderno, las grandes corporaciones, los tratados desiguales y los organismos multilaterales han creado un entorno en el que solo los gigantes ganan.
La Ilusión Del Libre Comercio
El llamado “libre comercio” es, en realidad, una ilusión cuidadosamente empaquetada en tratados y discursos diplomáticos. En la práctica, el comercio mundial está profundamente intervenido por aranceles, subsidios estatales, regulaciones asimétricas y barreras no arancelarias que benefician a las potencias económicas y sus conglomerados.
Los países más poderosos imponen condiciones ventajosas a través de organismos multilaterales, mientras que las naciones en desarrollo son forzadas a abrir sus mercados sin protección real para su producción local. Además, los grandes acuerdos comerciales —lejos de ser espacios de libertad— son instrumentos de control geopolítico disfrazados de cooperación económica. Así, lo que se presenta como un sistema abierto y competitivo, en realidad es un tablero desigual donde los más fuertes imponen las reglas.
El Libre Comercio Es Globalismo Corporativo
Lo que Musk propone como una zona sin aranceles entre Europa y Norteamérica no es más que una nueva versión del viejo sueño globalista: una economía sin fronteras, controlada desde Bruselas o Silicon Valley, donde el ciudadano de a pie no tiene ni voz ni voto.
La política arancelaria de la administración Trump, con todos sus riesgos, representa una alternativa: el intento de reconstruir el músculo industrial estadounidense, asegurar la soberanía económica y limitar el poder del capital supranacional.
¿El Lápiz De Friedman O La Fábrica De Detroit?
Mientras Musk romantiza la cadena global que produce un lápiz, millones de trabajadores norteamericanos ven cómo sus empleos desaparecen, sus industrias son deslocalizadas, y sus comunidades, vaciadas.
Los aranceles no son una panacea, pero son un freno legítimo ante el tsunami de competencia desleal de países donde no existen derechos laborales, ni estándares ambientales, ni respeto por la propiedad intelectual. Creer que abrir completamente los mercados traerá paz y prosperidad es una ingenuidad peligrosa.
¿Quién Es El Que No Entiende?
Navarro tiene razón en al menos una cosa: Musk no entiende —o no le conviene entender— que el comercio no es solo eficiencia, es también estrategia, soberanía y supervivencia nacional.
La pregunta que nos deja este enfrentamiento no es si debemos elegir entre Musk o Trump, sino si queremos seguir creyendo en la mitología del libre comercio o comenzar a pensar con realismo.
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¿Es el discurso del libre comercio simplemente una herramienta del globalismo corporativo para debilitar a las naciones? El debate está abierto.