La campaña contra los hutíes en Yemen, liderada por el presidente Donald Trump bajo la “Operación Rough Rider”, ya ha costado cientos de millones y podría superar los mil millones de dólares esta semana. A pesar del gasto, el Pentágono reporta resultados limitados. El esfuerzo bélico despierta preocupaciones sobre recursos militares y prioridades estratégicas de Estados Unidos.
Escalada en Yemen: La “Operación Rough Rider”
El gobierno de Donald Trump ha reactivado una de las regiones más conflictivas del planeta: Yemen. La denominada Operación Rough Rider, lanzada en marzo de 2025, se presenta como una respuesta directa a las amenazas hutíes contra embarcaciones comerciales en el Mar Rojo. Sin embargo, más allá del relato oficial, lo cierto es que esta campaña ya ha consumido más de 200 millones de dólares solo en municiones, y se proyecta que el gasto total podría superar el milmillonario umbral esta misma semana.
Según reportes del New York Times, el Pentágono ha informado al Congreso que los resultados son “limitados”. A pesar de los intensos bombardeos, la infraestructura militar hutí permanece funcional, resguardada en complejos subterráneos que dificultan los ataques de precisión.
Costo Militar y Erosión Estratégica
Además de los costos directos, la campaña ha implicado la pérdida de varios drones MQ-9 Reaper, cuyo valor ronda los 30 millones de dólares por unidad. Tres de estos aparatos han sido derribados por la milicia hutí, evidenciando la sofisticación de sus defensas y dejando entrever un conflicto más prolongado de lo previsto.
Estos gastos plantean una tensión estructural dentro del propio aparato militar estadounidense. El temor creciente en el Pentágono es que esta operación desgaste no solo recursos financieros, sino capacidades estratégicas críticas, especialmente en un contexto de alta tensión con China por Taiwán.
Uno de los riesgos más serios que enfrenta el Departamento de Defensa es agotar los suministros militares en un escenario secundario —como Yemen— mientras se incrementan las probabilidades de un conflicto de mayor envergadura en el Indo-Pacífico.
La Apuesta Trumpista: Firmeza o Distracción
El sello característico de Trump es claro: mostrar decisión frente a amenazas externas. El actual mandatario ha optado por restablecer la disuasión mediante acción directa, como ya lo hiciera en su primer mandato con ataques puntuales contra instalaciones iraníes y bases en Siria.
Sin embargo, la narrativa de firmeza se enfrenta al realismo geopolítico: la milicia hutí no es un actor aislado, sino un instrumento del eje Irán–Hezbolá–China. Esto complejiza el tablero. Una ofensiva limitada como la actual podría terminar siendo vista como insuficiente o incluso contraproducente si no logra desactivar las amenazas al comercio global ni alterar el equilibrio militar en la región.
Reflexiones Sobre Soberanía, Costo y Prioridades
Desde una perspectiva conservadora y libertaria, todo conflicto exterior debe analizarse bajo tres prismas fundamentales:
- ¿Se protege directamente la soberanía o seguridad nacional?
- ¿Justifica el costo económico y humano?
- ¿Se han agotado las alternativas diplomáticas y comerciales?
En este caso, si bien el flujo por el Mar Rojo es crucial para la economía global, la participación militar directa y sostenida no parece ser la única opción viable. La reconstrucción de poder industrial y la política arancelaria podrían generar mayor resiliencia interna sin comprometer recursos estratégicos.
Entre Globalismo y Defensa Nacional
El intervencionismo militar ha sido históricamente promovido por sectores neoconservadores y globalistas que ven a Estados Unidos como gendarme del orden mundial. Esta visión se aleja del espíritu fundacional republicano y del ideal jeffersoniano de una nación fuerte pero no belicista.
La administración Trump, aunque ha proclamado romper con ese paradigma, se enfrenta al riesgo de repetir sus patrones si las operaciones exteriores se multiplican sin resultados tangibles. El desafío para los nacionalistas auténticos consiste en distinguir entre defensa legítima y expansión innecesaria del complejo militar-industrial.
¿Retorno a la Producción Nacional o Derroche Imperial?
En paralelo, voces críticas como las de Michael Busler señalan que el camino hacia el bienestar nacional pasa por reconstruir la base industrial, reducir el déficit comercial y limitar la dependencia de conflictos geopolíticos. Invertir en fábricas, infraestructura y seguridad energética nacional podría tener retornos sociales mucho más palpables que prolongar campañas sin un horizonte claro.
La Operación Rough Rider, más que una afirmación de poder, podría representar un distraído desvío de recursos en un momento en que la economía estadounidense necesita reconstrucción, no desgaste externo.
La Fuerza No Siempre Es El Camino
La realidad es que los hutíes siguen operando, los costos se acumulan y los beneficios estratégicos no son evidentes. El Pentágono duda, el Congreso observa, y el pueblo —como siempre— paga.
En lugar de embarcarse en conflictos de incierto desenlace, Estados Unidos debería volver la mirada hacia dentro: producir, reconstruir, comerciar con fuerza y elegir sus batallas con inteligencia.
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