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Vacunas Y Autismo: EE.UU. Reabre El Debate Científico

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El Departamento de Salud de EE.UU. ha contratado al controvertido analista David Geier para investigar la relación entre vacunas y autismo. Mientras el sistema médico oficial lo acusa de “pseudociencia”, sectores escépticos aplauden el giro hacia una mayor transparencia. ¿Puede el Estado estudiar lo que antes censuraba? Un nuevo capítulo se abre en el debate sobre salud pública y libertad científica.


El nombramiento que incomoda al consenso

El Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) ha contratado recientemente a David Geier como analista de datos en un nuevo estudio que buscará evaluar posibles vínculos entre las vacunas y el autismo. La decisión, anunciada oficialmente en marzo, marca un giro inesperado en la política sanitaria de EE.UU., al dar participación a una figura asociada al escepticismo vacunal dentro de un programa gubernamental.

Según el comunicado oficial, la administración está comprometida con una “investigación de alta calidad y transparencia”, en respuesta a la creciente preocupación pública. Como expresó el propio presidente en su discurso ante el Congreso: “La tasa de autismo en niños estadounidenses se ha disparado”, y la ciudadanía “espera respuestas reales, no excusas ideológicas”.

David Geier: controvertido pero insistente

David Geier, junto a su padre Mark Geier, ha sido una figura incómoda para la comunidad médica institucional. Ambos han publicado investigaciones en revistas independientes argumentando que ciertos componentes de las vacunas —en especial el timerosal, un conservante con etilmercurio— podrían estar vinculados a trastornos del espectro autista.

Los críticos no han tardado en reaccionar. Desde instituciones como Kaiser Permanente se ha desestimado su trabajo como “ciencia vudú” por partir “de las respuestas para construir los datos”. No obstante, esos mismos críticos han ignorado que las farmacéuticas patrocinan buena parte de los estudios que hoy se consideran “oficiales”, lo cual siembra legítimas dudas sobre la supuesta neutralidad de su enfoque.

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Más allá del timerosal

Una de las críticas más repetidas hacia los Geier es que el timerosal fue retirado de casi todas las vacunas en 1999 —excepto en algunas contra la gripe—, y sin embargo, las tasas de diagnóstico de autismo han seguido aumentando. Pero este argumento, aunque válido en apariencia, no responde al fondo del problema: la relación causal entre vacunas y autismo nunca ha sido analizada con estudios libres de conflicto de intereses.

Además, los Geier fueron de los pocos que registraron un descenso temporal en los diagnósticos de autismo posterior a la retirada parcial del timerosal, algo que hoy se prefiere ignorar por no encajar con la narrativa dominante. El hecho de que sus publicaciones no fueran recogidas por grandes editoriales no invalida automáticamente los datos, especialmente cuando la comunidad científica ha cerrado filas para excluir cualquier investigación que cuestione el statu quo.

Un nuevo enfoque desde el escepticismo

El nombramiento de Geier puede incomodar a muchos, pero abre la puerta a algo que el sistema científico moderno ha olvidado: la disidencia como parte del proceso. Desde una perspectiva libertaria, el control monopólico del discurso científico representa un peligro para la salud y para la libertad misma.

La ciencia no debería actuar como religión revelada, sino como método de cuestionamiento constante. ¿Por qué ciertos temas están “resueltos” a pesar de no haber sido investigados a fondo, ni mucho menos con transparencia total? ¿Por qué las grandes tecnológicas y los medios cancelan o ridiculizan a quienes se atreven a preguntar?

El temor de los burócratas sanitarios

Las reacciones al proyecto han sido previsibles. Columnistas del sistema, asociaciones médicas y expertos institucionales insisten en que “la relación entre vacunas y autismo ha sido completamente desacreditada”. Pero esta afirmación es dogmática, no empírica. ¿Cómo puede desacreditarse una hipótesis que no ha sido seriamente estudiada fuera del marco patrocinado por laboratorios?

El mayor temor de estas estructuras es que una investigación libre pueda revelar errores, negligencias o incluso fraudes que socavan la confianza en el sistema biomédico-industrial. No se trata de rechazar la vacunación per se, sino de exigir que toda práctica médica se someta al mismo estándar de escrutinio que cualquier otra.

Transparencia o silencio cómplice

El nombramiento de Geier puede verse como una provocación o como un acto de justicia epistémica. Lo cierto es que si el estudio se realiza con métodos abiertos, datos accesibles y sin censura previa, será un avance para el conocimiento, incluso si sus conclusiones no confirman los peores temores.

Lo que no es aceptable es la censura previa, el ostracismo de científicos disidentes o la criminalización del pensamiento crítico. En una democracia madura, la verdad no necesita policía del pensamiento, sino campo fértil para ser cultivada.


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