Cuando los Estados Unidos y la OTAN, por mediación de la burócrata Victoria Nuland con el respaldo monetario de George Soros y BlackRock, se decidieron a cambiar la estabilidad política de Ucrania, esa invención soviética, dando el famoso golpe de estado del Maidan, la suerte del Donbas y de los territorios del Este de Ucrania estaba echada. La población rusa residente en esos lares fue desde entonces aterrorizada e, incluso, masacrada por tropas neonazis que respondían al nuevo gobierno.
La amenaza de una nueva Ucrania que eventualmente podría pertenecer al tratado del Atlántico norte, rompiéndose así la promesa hecha por el gobierno norteamericano a Gorbachov primero y luego a Yeltsin, fue la provocación final que determinó que Putin, un presidente autócrata como todos los que han regido a la Rusia Imperial, invadiera el territorio vecino, iniciándose así una conflagración añorada por las élites de las huestes políticas de los Estados Unidos y de las socialdemocracias europeas.
A contrapelo de lo que muchos alegan, la guerra en Ucrania se ha estancado porque a Rusia nunca le ha interesado ir más allá del Este. Las bajas del ejército de Zelensky ya se acercan a a varios centenares de miles y aun así  el Occidente pretende prolongar una conflagración que permite que las aceitadas ruedas del negocio de la Guerra sigan girando, con el consiguiente rédito que esto acarrea a los involucrados. En Ucrania y bajo el mando de Zelensky, las compañías Vanguard y BlackRock se han adueñado de innumerables posesiones consistentes en zonas minerales y agrícolas, y los grandes garantes de la democracia mundial han lavado su dinero sucio.
Entre tanto la otrora poderosa Alemania ha caído y Europa entera ha sufrido las consecuencias de no poder abastecerse del barato gas ruso. Negocio redondo para algunos y algunas. Mientras alguien se beneficie de horrores como estos, la historia se seguirá nutriendo de aldabonazos y traiciones. La única esperanza que podría librarnos de una guerra nuclear, le pese a quien le pese, descansa sobre los hombros del presidente electro Trump. Su plan para establecer la paz trae algo de justicia para el Este de Ucrania y deja complacido a los magnates de la Guerra, que continuarán surtiendo de armamento a los regímenes que allí gobiernen. Y es que de eso se trata todo en esta tierra…
- Rafael Piñeiro-López, editor general