El legado de Jimmy Carter refleja buenas intenciones con desastrosos resultados. Desde su debilidad en política exterior hasta la creación del controvertido Departamento de Educación, analizamos el impacto de sus decisiones en la educación y la política estadounidense.
Con el fallecimiento de Jimmy Carter a los 100 años, ha surgido una súplica por reescribir su legado. La narrativa dominante elogia su papel en los Acuerdos de Camp David y sus esfuerzos humanitarios, pero el verdadero impacto de su presidencia merece un análisis más crítico.
A pesar de sus buenas intenciones, Carter mostró una preocupante falta de preparación para liderar la superpotencia mundial. Su administración fue marcada por una economía en declive, escasez de gasolina, inflación descontrolada y una percepción de debilidad que nuestros enemigos aprovecharon. En política exterior, su enfoque de “coexistencia” permitió la invasión soviética de Afganistán, el colapso de Irán en manos de revolucionarios islámicos y la crisis de rehenes que humilló a Estados Unidos durante 444 días.
Pero quizás uno de los errores más duraderos de Carter fue la creación del Departamento de Educación de los Estados Unidos (USDE) en 1979. Promovido como una solución para cerrar las brechas de rendimiento académico, este departamento se convirtió en un mastodonte burocrático con un presupuesto de miles de millones de dólares y una eficacia cuestionable. Lejos de mejorar el sistema educativo, el control federal ha centralizado la educación, restando poder a los estados, los distritos locales y, sobre todo, a los padres.

Desde su origen, el movimiento por una educación pública centralizada tuvo motivaciones políticas y sociales que buscaban imponer el estatismo. Con Carter, esta agenda encontró un aliado estratégico. El respaldo de la Asociación Nacional de Educación (NEA), el mayor sindicato de docentes del país, fue decisivo en su campaña presidencial de 1976. A cambio, Carter trabajó para crear un Departamento de Educación a nivel de gabinete, consolidando un control federal sin precedentes.
El impacto ha sido devastador. Décadas después, el sistema educativo estadounidense sigue enfrentando graves desigualdades, y las promesas iniciales del USDE se han quedado en papel mojado. Mientras tanto, los estados y las escuelas locales dedican millones de horas y recursos a cumplir con regulaciones federales innecesarias.
La creación del Departamento de Educación fue un error monumental que refleja una de las mayores fallas del mandato de Carter: la dependencia excesiva del gobierno central para resolver problemas que deberían gestionarse localmente. La eliminación del USDE y el retorno del control educativo a los padres y gobiernos estatales sería un paso esencial para recuperar el enfoque que los Fundadores de la nación imaginaron.
El legado de Jimmy Carter es, en última instancia, una advertencia sobre los peligros del intervencionismo gubernamental y las políticas bienintencionadas pero mal ejecutadas. En la educación, como en otros ámbitos, la centralización del poder no ha sido la solución, sino el problema.