No hay necesidad de edulcorar la situación del régimen ucraniano.

El presidente Donald Trump enfureció a los habituales animadores de Ucrania en Estados Unidos y Europa cuando llamó dictador a Volodymyr Zelensky . Su reacción fue similar a la indignación que los habitantes del pueblo expresaron contra el niño que se atrevió a insistir en que el emperador estaba desnudo. No importaba que cualquiera con ojos pudiera ver que el monarca estaba completamente desnudo; señalar esa verdad obvia era políticamente inaceptable.

Los defensores de Zelenski centraron la mayor parte de su atención en una sola de las acusaciones de Trump: que el mandato del presidente de Ucrania había expirado en mayo de 2024 y que las elecciones se habían pospuesto por el tiempo que durara la guerra con Rusia. Aunque puede parecer extraño defender el concepto de una “democracia” en la que las elecciones libres no son una característica integral, un detalle tan inconveniente no parece molestar a los fervientes partidarios de Ucrania. Señalan, por ejemplo, que Gran Bretaña había pospuesto las elecciones durante la Segunda Guerra Mundial , lo que permitió que el primer ministro Winston Churchill permaneciera en el cargo.

El hecho de centrarse en la cuestión electoral permite a los seguidores de Zelenski ignorar otros numerosos atropellos antidemocráticos de su gobierno. Pero permanecer en el cargo después de la expiración de su mandato es uno de los delitos menores de Zelenski. Bajo su gobierno , el gobierno ucraniano ha ilegalizado casi una docena de partidos de oposición, ha reprimido a la prensa, ha lanzado una campaña contra las iglesias que no cooperan y ha llevado a cabo un programa de encarcelamientos arbitrarios, torturas y asesinatos.

Gran parte de ese comportamiento autoritario era evidente incluso antes de la invasión rusa de febrero de 2022. En el informe de 2022 de Freedom House, Ucrania figuraba en la categoría de “parcialmente libre”, con 61 puntos de un máximo de 100. El informe de 2021 de Human Rights Watch sobre Ucrania también distaba  mucho de ser favorable , y citaba diversos abusos por parte de las fuerzas gubernamentales, “incluidas detenciones arbitrarias, torturas o malos tratos”. Los periodistas y trabajadores de los medios de comunicación “se enfrentaron al acoso y las amenazas relacionadas con sus informes”.

El informe de 2024 de Freedom House confirmó que el historial del gobierno de Ucrania ha empeorado aún más. El país se mantuvo en la categoría de “parcialmente libre”, pero su puntuación general disminuyó de 61 a 49 en 2022. Las calificaciones de derechos políticos y libertades civiles disminuyeron aún más, con puntuaciones desalentadoras de 21 y 28, respectivamente. Además, la tibia evaluación provino de una organización que habitualmente es amigable con los valores occidentales y los objetivos de política exterior liderados por Estados Unidos. Si la calificación de “parcialmente libre” es la mejor que Ucrania pudo obtener de una fuente extremadamente amigable, uno puede imaginar lo que concluiría un partido más neutral. 

Una acción especialmente odiosa que ha tomado el régimen de Zelenski es un intento transparente de intimidar a los críticos, tanto en Ucrania como en países extranjeros. El Centro para Contrarrestar la Desinformación del gobierno ucraniano (en parte financiado por los EE. UU.)  publicó una “lista negra”  de estos críticos, entre ellos el profesor de la Universidad de Chicago John J. Mearsheimer, el entonces presentador de Fox News Tucker Carlson, la ex congresista Tulsi Gabbard (ahora directora de inteligencia nacional) y Doug Bandow, editor colaborador de The American Conservative .

A fines de septiembre de 2023, el CCD publicó una lista revisada, que incluía direcciones, de los 35 principales objetivos, a quienes denunció como  “terroristas de desinformación” y “criminales de guerra”. Esto era una amenaza pura. Sería extremadamente ingenuo suponer que los críticos estadounidenses están fuera de los límites como objetivos.

Un  artículo de The  Economist confirmó la posible magnitud del peligro. Describía con bastante detalle el programa sistemático de asesinatos de Kiev. Los objetivos “han sido fusilados, volados, ahorcados e incluso, en ocasiones, envenenados con brandy adulterado”. Este comportamiento no comenzó como una respuesta a la invasión rusa de febrero de 2022. Los asesinatos se remontan al menos a 2015, cuando el servicio de seguridad interior de Ucrania (SBU) “creó un nuevo organismo después de que Rusia se apoderara de Crimea y la región oriental del Donbás. La quinta dirección de contrainteligencia de élite comenzó como una fuerza de saboteo en respuesta a la invasión. Más tarde pasó a centrarse en lo que eufemísticamente se llama ‘trabajo húmedo’”.

Si el relato de The Economist es correcto, este tipo de comportamiento aparentemente comenzó durante la presidencia de Petro Poroshenko (otro cliente de Estados Unidos al que Washington presentó como un incondicional de la democracia), pero se ha vuelto más frecuente y descarado bajo Zelenski. Además, es necesario enfatizar que las víctimas de asesinatos no reciben ningún tipo de proceso debido. Las autoridades gubernamentales deciden arbitrariamente que son traidores y proceden a ejecutarlos sin juicio. Esa es una forma escandalosa de comportarse en una supuesta democracia, pero parece ser la norma en la Ucrania “democrática” de Zelenski. 

Además de acusar a Zelenski de ser un dictador, Trump hizo otro comentario que desató la furia de los partidarios estadounidenses y europeos de Ucrania. Trump sostuvo que Zelenski, tontamente, “inició” la guerra con Rusia , un conflicto que ha llevado a una destrucción tan horrible en su país. Los patrocinadores occidentales de Ucrania respondieron de inmediato con el argumento de que Kiev no tiene ninguna responsabilidad por el inicio de la guerra con Rusia y que Vladimir Putin es un gobernante monstruoso que se embarcará en una orgía expansionista masiva si Estados Unidos y la OTAN abandonan a Zelenski.

La afirmación de Trump de que Zelenski “inició” la guerra fue una elección de palabras desafortunada e inexacta. Moscú inició el combate armado, tanto en 2014, cuando las fuerzas rusas tomaron Crimea, como de nuevo con la ofensiva militar en varios frentes en febrero de 2022. En ese sentido estricto, Rusia, no Ucrania, inició la guerra. 

Sin embargo, los críticos de Trump son más que un poco deshonestos cuando sostienen o insinúan que las acciones de Moscú no fueron provocadas en absoluto. Estados Unidos impulsó la expansión de la OTAN hacia el este, hasta la frontera con Rusia. Para la alianza militar más poderosa de la historia, participar en ese comportamiento fue inherentemente provocativo. Tratar de convertir a Ucrania en miembro de la OTAN, o al menos en un activo militar de Estados Unidos y la OTAN , desafiando las reiteradas advertencias del Kremlin de que tal paso cruzaría una “línea roja” intolerable en lo que respecta a la seguridad de Rusia, equivalió a una provocación temeraria. 

Sin embargo, Zelenski estaba dispuesto a permitir que las potencias occidentales utilizaran a su país como arma para antagonizar e intentar intimidar a Moscú. De hecho, después de febrero de 2022, Ucrania se convirtió en un claro representante militar en la guerra de la OTAN para debilitar, derrotar y humillar a Rusia . Por lo tanto, él tiene gran parte de la culpa por la tragedia de su país. La conducta despistada de Zelenski no excusa la decisión del Kremlin de recurrir a la fuerza militar contra su vecino, pero sí confirma que la agresión de Moscú no fue precisamente “no provocada”.

Los miembros del lobby pro-Ucrania de Occidente deben dejar de presentar a Zelensky como una figura heroica y un mártir democrático. No es nada de eso. En el mejor de los casos, es un tonto crédulo que los funcionarios de la OTAN, partidarios de la guerra, han utilizado para su propia agenda cínica de sacar a Rusia de las filas de las principales potencias mundiales. En el peor, ha sido un cómplice voluntario de esa campaña a un costo terrible para su propio país.