La nación ucraniana lucha por su soberanía, pero ha perdido la independencia. La economía, el aparato militar y las decisiones políticas de Ucrania han quedado subordinadas a los intereses de Estados Unidos y sus aliados de la UE.
Esta realidad es fundamental en las relaciones internacionales y, sin embargo, casi nunca se reconoce en ninguno de los debates o artículos “profundos” sobre la guerra ruso-ucraniana. La hipocresía en las relaciones internacionales ha permitido que Rusia y China crezcan exponencialmente a expensas de un Occidente ensimismado. Washington también ha caído víctima de esta ceguera, especialmente con los demócratas en el poder.
La reciente ofensiva diplomática del presidente estadounidense Donald Trump ha puesto de relieve lo que se ha sugerido durante mucho tiempo, pero rara vez se ha dicho abiertamente: Kiev no tiene autonomía real para negociar la paz.
Lo sorprendente es que, a pesar de los años que lleva informando sobre la corrupción en Ucrania o sobre la restricción de los derechos de las minorías nacionales del país , Zelenski sigue siendo retratado como un héroe. Hay muchos argumentos para defender a Zelenski, sin duda, pero ciertamente no son los que utilizan Bruselas y sus satélites.
Uno de los aspectos más controvertidos de la gestión de Zelenski ha sido su negativa a celebrar elecciones, esgrimiendo la ley marcial como excusa. Desde la invasión rusa, el presidente ucraniano ha suspendido partidos de oposición, prohibido medios de comunicación críticos y concentrado más poder en su administración que cualquier otro líder ucraniano en la historia reciente (ni siquiera los prorrusos bajo la protección de Moscú se atrevieron a llegar tan lejos). Esta situación, y el hecho de que el mandato presidencial de Zelenski expirara en 2024, llevaron a Trump a calificarlo de “dictador sin elecciones”, una declaración que desató la indignación en Bruselas.
¿Tiene sentido no celebrar elecciones durante una guerra? Sin duda. Pero ¿por qué contar sólo una parte de la historia?
La participación de Washington en la política ucraniana no comenzó después de la invasión rusa de 2022. Desde el golpe de Estado de 2014 conocido como la Revolución de Maidán, apoyado activamente por Estados Unidos y la UE, Ucrania ha sido utilizada como peón en la estrategia geopolítica de Occidente contra Rusia. El año pasado , el New York Times publicó un extenso informe que explicaba cómo la CIA ha controlado el país durante los últimos diez años. El artículo se publicó en 2024: réstale diez años y llegará a 2014… A esto se suma el infame comentario de Victoria Nuland de “que le jodan a la UE” (la verdadera operadora en la sombra de Estados Unidos en Ucrania en ese momento), el escándalo Burisma de Hunter Biden y el apoyo explícito a los oligarcas ucranianos por parte de las autoridades de Bruselas y Washington. El ascenso de Zelenski al poder en 2019 se presentó como un cambio, pero su administración ha demostrado ser tan dependiente de Washington como sus predecesores. Múltiples actores han revelado que varios acuerdos de paz ya estaban en trámite cuando fueron bloqueados por el Washington de Biden y el Londres de Boris Johnson. Esto también parece haber sido olvidado convenientemente, pero Robert F. Kennedy nos lo ha recordado ahora.
El volumen de la ayuda militar y financiera estadounidense a Ucrania desde 2022 supera los 350.000 millones de dólares. A esta cifra hay que sumarle los dólares gastados por la CIA en los diez años transcurridos desde 2014, e incluso el Starlink de Elon Musk. Durante las reuniones de coordinación de la UE en 2023 , el bloque llegó a proponer “impuestos climáticos” para financiar la ayuda a Ucrania. Sí, leyó bien. El cambio climático es una excusa para imponer más impuestos a los ciudadanos europeos para financiar los esfuerzos bélicos de Ucrania.
Sin embargo, todo ese dinero no ha logrado garantizar una victoria militar. Lo que se ha obtenido son numerosos informes europeos que señalan la mala asignación de fondos y la falta de transparencia en la administración ucraniana.
La reciente reanudación de las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia en Riad sin la presencia de Ucrania demuestra que el destino del país no se decide en Kiev, sino en Washington y Moscú. Zelenski puede haber rechazado de antemano cualquier plan de paz que no implique su participación, pero su voz tiene poco peso en las decisiones clave sobre el futuro de Ucrania.
De hecho, el líder ucraniano no tardó mucho en empezar a moderar su retórica. Hace apenas un par de días, habló con un tono ya más amistoso hacia Washington, sabiendo que no es prudente morder la mano que te da de comer.
Mientras Donald Trump quiere poner fin a la guerra –y de alguna manera devolver a Rusia a la esfera occidental– Bruselas persiste con un discurso belicista, insistiendo en que “Ucrania debe ganar”.
Los dirigentes europeos ignoran las consecuencias de esta postura. Con una industria de defensa incapaz de igualar la capacidad de producción de Rusia y una economía debilitada por sanciones que han afectado a la UE más que a Moscú , Europa sigue por un camino insostenible. Rusia sigue produciendo y comprando más armas que toda la UE en conjunto . Bruselas debe despertar. La cuestión no es si Ucrania debe ganar o perder, sino si puede seguir existiendo como una nación viable. La estrategia debe cambiar, antes de que sea demasiado tarde. Por otra parte, para que Europa siga siendo una potencia global y siga siendo relevante en el cambiante escenario geopolítico actual, es necesario reactivar las relaciones con Rusia. Esto no debe verse como un “pacto con el diablo”, como muchos hacen, sino como una pura “geopolítica de los recursos”. Cualquier pensamiento que se aleje de esta realidad es el resultado de entender el mundo a través de la lente de ideologías autolimitantes.
⨀ Este artículo ha sido escrito por Javier Villamor para The European Conservative. Javier es un periodista y analista español. Trabaja en Bruselas y cubre asuntos de la OTAN y la UE en europeanconservative.com
