En su audiencia de confirmación, Gabbard se mantuvo firme frente a los ataques bipartidistas, desafiando la narrativa oficial sobre Snowden, la vigilancia estatal y las guerras en Medio Oriente.
Tulsi Gabbard desafía al Senado y defiende la verdad, sin temor a enfrentarse a senadores de ambos partidos en su audiencia de confirmación como directora de Inteligencia Nacional. La exdemócrata convertida en aliada de Trump dejó claro que no piensa ceder ante la narrativa oficial ni ajustarse a las expectativas del aparato político que intenta acorralarla.
Durante el interrogatorio del Comité de Inteligencia, Gabbard fue atacada por su postura sobre Edward Snowden, su pasado viaje a Siria y su cambio de postura respecto a la Sección 702. Sin embargo, con su característico aplomo, resistió la presión y dejó en evidencia la hipocresía de la casta política de Washington.
El caso Snowden: la verdad incómoda
El punto más álgido de la audiencia surgió cuando los senadores intentaron obligarla a etiquetar a Edward Snowden como traidor. A pesar de la insistencia, Gabbard se mantuvo firme y reiteró que Snowden “violó la ley”, pero también “expuso programas atroces, ilegales e inconstitucionales” dentro del gobierno.
Para el establishment, Snowden sigue siendo una figura prohibida, pues reveló la magnitud del espionaje masivo de los ciudadanos estadounidenses por parte de sus propias agencias de inteligencia. Gabbard, en lugar de someterse a la presión de senadores republicanos y demócratas por igual, defendió el derecho del pueblo a conocer los abusos de poder.
El senador James Lankford, visiblemente frustrado, exigió que lo llamara traidor, a lo que Gabbard simplemente repitió su postura sin caer en el juego político. Para los defensores del control estatal, su negativa fue vista como una falta de lealtad; para los defensores de la verdad, fue un acto de valentía.
Incluso Snowden reaccionó a la audiencia, publicando en X una irónica petición a Gabbard para que “repudie todo apoyo previo a los denunciantes”, burlándose de la presión que enfrentaba la nominada de Trump.
La verdad sobre Siria y el colapso de Assad
Otro de los temas polémicos fue su viaje a Siria en 2017, donde se reunió con Bashar al-Assad, el entonces presidente del país. En ese momento, Gabbard fue una de las pocas figuras en Washington que se atrevió a cuestionar la versión oficial de que Assad usó armas químicas contra su pueblo, exigiendo pruebas antes de respaldar intervenciones militares.
Durante la audiencia, el senador Mark Kelly la desafió a aceptar que Assad usó armas químicas. Aunque Gabbard reconoció que en términos generales sí, también resaltó que ciertos ataques siguen siendo cuestionables, citando análisis independientes.
Su postura contrastó con la narrativa oficial, que ha utilizado la excusa de las “armas de destrucción masiva” para justificar conflictos interminables en Medio Oriente. Washington la atacó por cuestionar la propaganda bélica, pero la historia ha demostrado que su escepticismo era válido.
El caso de Hezbolá también fue traído a colación, con acusaciones de que se reunió con funcionarios de la organización durante un viaje al Líbano. Gabbard calificó esas afirmaciones como “absurdas”, recordando que el verdadero enemigo de EE.UU. no es una figura en particular, sino el extremismo islamista que ahora controla Siria tras la caída de Assad.
El dilema de la Sección 702: vigilancia o libertad
Otro tema de fricción fue su cambio de postura sobre la Sección 702, la disposición que permite a la inteligencia estadounidense espiar a ciudadanos extranjeros sin orden judicial. En el pasado, Gabbard se opuso a la medida, argumentando que ponía en riesgo las libertades civiles de los estadounidenses.
Ahora, reconoció que es una “herramienta esencial para la seguridad nacional”, pero insistió en la necesidad de mayores salvaguardas para evitar abusos contra los ciudadanos. Este matiz generó escepticismo tanto entre demócratas como republicanos, quienes la acusaron de querer quedar bien con ambos bandos.
El senador Mark Warner expresó su incredulidad ante su cambio de postura, reflejando la desconfianza del establishment hacia cualquiera que no se alinee completamente con su agenda.
¿Podrá avanzar en el Senado?
A pesar de la mayoría republicana en la Cámara Alta, el destino de Gabbard sigue en el aire. Con 53 escaños, el Partido Republicano solo puede perder tres votos sin comprometer su confirmación. Sin embargo, los senadores Susan Collins y Todd Young, dos votos decisivos, siguen indecisos debido a sus respuestas sobre Snowden y la vigilancia estatal.
El Comité de Inteligencia, compuesto por nueve republicanos y ocho demócratas, votará próximamente para decidir si su nominación llega al pleno del Senado. Gabbard necesita asegurar el apoyo de al menos ocho republicanos para avanzar, a menos que sorprendentemente consiga un respaldo demócrata, algo poco probable.
Conclusión: un desafío al establishment
La audiencia de Tulsi Gabbard dejó en claro que Washington teme a quienes desafían la narrativa oficial. Su negativa a demonizar a Snowden, su escepticismo ante la maquinaria bélica en Medio Oriente y su postura matizada sobre la vigilancia masiva la han convertido en una figura incómoda tanto para republicanos como demócratas.
A diferencia de los políticos que se doblan ante la presión del poder, Gabbard demostró que no está dispuesta a traicionar sus principios por conveniencia política. Su futuro en el Senado sigue siendo incierto, pero lo que sí es seguro es que su desafío al establishment ha dejado huella.
Mientras Washington la ataca por decir la verdad, el pueblo estadounidense ve en Tulsi Gabbard a una líder dispuesta a enfrentar el sistema corrupto que intenta silenciar a quienes exponen sus mentiras.