El presidente Trump se equivoca al seguir ciegamente la agenda bélica de Netanyahu. El apoyo irrestricto a Israel no solo expone a Estados Unidos a una guerra interminable, sino que subvenciona una política regional que nada tiene que ver con los intereses reales del pueblo americano. Como advierte Jon Hoffman, es hora de recuperar la soberanía en política exterior.
Trump No Debe Seguir A Netanyahu: América No Puede Ser Un Peón Más En Medio Oriente
La política exterior de Estados Unidos siempre ha estado plagada de contradicciones, pero pocas son tan peligrosas como su apoyo ciego, sistemático y costoso al gobierno de Israel, particularmente bajo el liderazgo de Benjamin Netanyahu. En su reciente y lúcido artículo para The American Conservative, Jon Hoffman pone el dedo en la llaga: Estados Unidos está subordinando su soberanía y su estrategia al servicio de una agenda extranjera que no responde a sus propios intereses.
Donald Trump, cuya promesa de campaña fue siempre America First, debe tener el coraje de romper con ese ciclo. Si realmente desea rescatar a su país de la decadencia, no puede permitir que una nación extranjera, por aliada que sea, dicte los términos de su implicación militar, diplomática y económica en una región que históricamente ha devorado imperios.
Netanyahu: Un Aliado Que No Respeta A Su Patrocinador
Desde el inicio de la guerra en Gaza tras el ataque terrorista del 7 de octubre de 2023, el gobierno de Netanyahu ha utilizado el respaldo político, militar y financiero de Estados Unidos como cheque en blanco para ejecutar una campaña sin límites, sin estrategia de salida, sin responsabilidad y con un desprecio absoluto por las consecuencias geopolíticas.
Lo más alarmante es que cuando hubo una posibilidad real de alcanzar un alto al fuego, con la participación activa del propio equipo de Trump, fue Netanyahu quien saboteó el acuerdo, reanudando la ofensiva militar. Lo hizo por cálculo interno, para evitar que su frágil coalición de gobierno colapsara, y para consolidar su figura como líder en tiempos de guerra.
Ese comportamiento revela una verdad incómoda: Netanyahu no actúa como un socio estratégico, sino como un actor político que manipula su relación con Estados Unidos para resolver sus propios problemas internos. Un verdadero aliado no boicotea acuerdos negociados por su principal patrocinador. Un verdadero amigo no arrastra a su socio a una guerra interminable sin ofrecerle ni siquiera un propósito claro.
Gaza: Cementerio De Civiles, Tumba De La Estrategia
La guerra en Gaza ha sido devastadora. Decenas de miles de muertos, cientos de miles de desplazados, y una destrucción masiva que solo ha servido para alimentar el ciclo de odio y fortalecer a Hamás, no para derrotarlo. A pesar de los bombardeos, los bloqueos y las incursiones terrestres, la milicia islamista sigue operativa, sigue reclutando y sigue proyectando poder.
Más aún, los intentos israelíes de rescatar rehenes han fracasado rotundamente. De más de 130 liberados, la gran mayoría fueron devueltos gracias a negociaciones, no a operaciones militares. Y entre los que murieron en cautiverio, una parte significativa falleció a causa de los propios bombardeos israelíes.
Todo esto muestra una carencia absoluta de una teoría de victoria, y peor aún, de una estrategia de salida. Netanyahu no quiere terminar la guerra. Quiere prolongarla indefinidamente. Lo ha dicho abiertamente al rechazar cualquier plan posguerra que incluya a la Autoridad Palestina. Su objetivo es mantener el control sobre Gaza y Cisjordania de forma permanente.
Y mientras tanto, Washington paga la cuenta.
Trump: Entre El Realismo Y La Tentación Pro-Israelí
Durante su primer mandato, Trump adoptó una política exterior más pragmática que sus predecesores. Redujo la presencia militar en el extranjero, rechazó las guerras eternas y entendió que los intereses de Estados Unidos no pueden estar subordinados a los caprichos de potencias extranjeras.
Sin embargo, en su retorno al poder, corre el riesgo de dejarse arrastrar por el lobby pro-israelí y repetir el error de otros presidentes: convertir a Estados Unidos en el ejecutor de las guerras de Netanyahu.
Jon Hoffman lo advierte con claridad: Netanyahu está creando hechos consumados en el terreno con la expectativa de que Trump, como antes Biden, siga respaldándolo sin condiciones. Pero Trump no le debe nada. Ni a Netanyahu, ni a la clase política israelí, ni a los grupos de presión que ya están preparando las próximas intervenciones militares en la región.
La Región Al Borde Del Abismo
La expansión de la guerra más allá de Gaza es un riesgo inminente. En Cisjordania, Israel ha lanzado su operación más violenta en 20 años. En el Líbano, la tensión con Hezbolá escala a diario. En Siria, Israel amenaza con nuevas incursiones. En Yemen, Estados Unidos ha vuelto a los ataques aéreos contra los hutíes. Y lo más grave: una guerra abierta con Irán parece cada vez más probable.
¿Está Estados Unidos preparado para una guerra directa con Irán? ¿Está dispuesto a sacrificar vidas, recursos y estabilidad para garantizar que Israel no se sienta amenazado por su rival regional?
La respuesta debe ser un rotundo no. Una guerra con Irán no beneficiaría a nadie. Haría explotar Oriente Medio, cerraría rutas comerciales, dispararía los precios del petróleo y colocaría a los soldados estadounidenses en un matadero sin gloria. Además, destruiría cualquier posibilidad de negociar con Teherán sobre su programa nuclear, empujándolo definitivamente hacia la obtención de un arma atómica.
El Límite De La Alianza
Estados Unidos puede y debe ser amigo de Israel. Pero no puede ser rehén de Israel.
Hay una diferencia abismal entre una alianza estratégica basada en valores y una sumisión irracional a los intereses de otro Estado. El primero en advertir esto fue George Washington cuando dijo: “Las alianzas permanentes con cualquier parte del mundo extranjero deben ser evitadas.”
Trump tiene la oportunidad de desmarcarse de una política exterior neoconservadora que ha fracasado una y otra vez. La guerra de Irak, la intervención en Libia, el fiasco en Siria… todas estas catástrofes fueron impulsadas por una lógica de injerencia, de servilismo estratégico y de obediencia ideológica. Esa lógica no puede regresar bajo otra bandera.
El Costo De La Sumisión
Subvencionar la política israelí no solo es peligroso militarmente. También es económicamente insostenible y políticamente inmoral.
Miles de millones de dólares en ayuda militar. Cientos de millones más en diplomacia, logística y reconstrucción. Todo mientras las comunidades rurales en América luchan por sobrevivir, mientras la infraestructura nacional se desmorona, mientras los veteranos viven abandonados. ¿Cómo se justifica esto ante el ciudadano americano que paga impuestos?
¿De qué sirve proteger la frontera sur de Israel si no protegemos la nuestra?
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La soberanía no se negocia. La prudencia estratégica no es debilidad. Y la paz, cuando está bien planteada, es el acto más patriótico que puede ejercer un verdadero líder.