La crisis eléctrica revela el fracaso del régimen comunista.
Cuba sumida en el colapso energético: una crisis fabricada por el comunismo
La crisis energética en Cuba ha alcanzado niveles alarmantes, sumiendo a la isla en apagones interminables y caos social. A pesar de las justificaciones del régimen castrista, la realidad es innegable: el sistema eléctrico cubano es víctima de la ineficiencia, la corrupción y el fracaso de una planificación centralizada que ha condenado a la población a vivir en la precariedad.
El reciente huracán Oscar solo expuso aún más la fragilidad de una infraestructura vetusta y sin mantenimiento. Durante décadas, el gobierno cubano ha descuidado el sistema eléctrico, dependiendo de subsidios de sus aliados, en especial Venezuela y México, que hoy ya no pueden sostener la economía de la isla con los mismos niveles de ayuda.
Un sistema colapsado por la incompetencia socialista
Las termoeléctricas Felton 1 y Antonio Guiteras han sufrido averías reiteradas, dejando sin servicio a extensas zonas del país. Los recursos para reparaciones son limitados, y el gobierno responde con medidas desesperadas, como cortes programados y racionamientos que paralizan la economía y afectan la vida diaria de los ciudadanos.
A pesar de la insistencia oficial en culpar al embargo estadounidense, lo cierto es que las fallas del sistema eléctrico son un problema de gestión interna. La falta de inversión en infraestructura y la dependencia de un modelo económico fallido han creado un entorno en el que cualquier adversidad –ya sea un huracán o una fluctuación en los precios del petróleo– deriva en un colapso total.
El precio de la crisis: hambre, desesperación y protestas
En las calles de La Habana y otras ciudades, la frustración se ha transformado en protestas espontáneas. En un país donde la disidencia es perseguida y la censura bloquea cualquier intento de organización civil, los ciudadanos han encontrado en las redes sociales una vía para expresar su malestar. Sin embargo, la crisis energética ha limitado también el acceso a Internet, dejando a la población aún más aislada.
Mientras el gobierno impone apagones extendidos y detiene servicios esenciales, las familias luchan por adaptarse. Cocinar en horarios extraños, perder jornadas de trabajo y ver hospitales operando con generadores se ha vuelto la nueva normalidad. Pero más allá de la incomodidad cotidiana, el mayor impacto se siente en la economía. La falta de electricidad afecta directamente a la agricultura y la manufactura, sectores clave que dependen de un suministro estable para operar.
Un régimen sin soluciones y sin futuro
El Ministerio de Energía y Minas ha reconocido la gravedad de la situación, pero su única respuesta ha sido el racionamiento y la paralización de industrias. Cuba ha pasado de ser una nación con presuntas aspiraciones de desarrollo a una sociedad atrapada en la miseria más absoluta, con un gobierno incapaz de ofrecer soluciones reales.
Mientras tanto, Estados Unidos sigue siendo el chivo expiatorio favorito del régimen, a pesar de que las restricciones comerciales no impiden a Cuba acceder a fuentes de energía. La verdad es clara: este es otro ejemplo del colapso inevitable de un modelo socialista ineficaz, que sacrifica el bienestar de su pueblo para mantener una élite en el poder.
La crisis energética en Cuba no es solo un problema de infraestructura, sino una consecuencia directa de décadas de mala gestión y represión. Y aunque el régimen insista en maquillar la realidad, la oscuridad en la isla es el reflejo más claro de su fracaso.