Mientras Europa vitorea la caída del dictador, en Siria los cristianos temen por su futuro ante la amenaza yihadista.
“Los sirios celebran el fin del régimen Assad”. Así comenzó el clamor de júbilo en Europa tras el derrocamiento de Bashar al-Assad, un dictador que gobernó Siria con mano de hierro y cuyo régimen se saldó con miles de vidas perdidas. En las calles de París y Berlín, entre cánticos y vítores, se celebraba el fin de una era de opresión, mientras muchos en el Viejo Continente se entregaban a una efímera euforia que, sin embargo, oculta una trágica realidad para los cristianos sirios, quienes se ven amenazados por la inminente hegemonía de grupos islamistas radicales.
Durante el derrocamiento del régimen, multitudes se congregaron para festejar la caída de Bashar al-Assad, quien, a lo largo de cinco décadas, impuso un gobierno brutal en Siria. Los sirios de la diáspora en Europa mostraron su alegría en cada rincón, mientras las bocinas de los vehículos en Berlín retumbaban al compás de “libres al fin”. Sin embargo, estas celebraciones, impulsadas por una narrativa progresista y globalista, no hacen más que enmascarar la dura verdad: la euforia popular en Occidente es solamente el reflejo de un espectáculo mediático cuidadosamente coreografiado, lejos de la cruda realidad que viven los cristianos sirios.
La celebración en Europa: una máscara para intereses oscuros
Mientras “Europa celebra la caída de un dictador”, las imágenes de calles llenas de júbilo contrastan radicalmente con la situación de los cristianos sirios, cuya existencia se encuentra cada vez más amenazada. En Damasco, escenas de desprecio hacia los restos del régimen se convirtieron en símbolos de la ruptura del pasado, como la estatua caída de Hafez al-Assad arrastrada por las calles. Sin embargo, detrás de estos gestos simbólicos, miles de ciudadanos, especialmente la comunidad cristiana, viven con el temor constante de represalias y de una violencia inminente que se avecina con la toma del poder por parte de los rebeldes islamistas.
Este escenario es el reflejo de una tendencia preocupante en la política exterior occidental, que, en su afán de promover una agenda progresista y globalista, ignora el destino de aquellos que han sufrido durante décadas la opresión. La caída de Assad, lejos de representar un cambio liberador, ha abierto paso a la llegada de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), un grupo yihadista con raíces en el Frente al-Nusra y en la antigua estructura de Al Qaeda. Bajo el liderazgo de Abu Muhammad al-Julani, ahora conocido como Ahmed al-Sharaa, este grupo pretende presentarse como un movimiento de “liberación” mientras, en realidad, amenaza con someter a las minorías cristianas a un futuro de intolerancia y persecución.
La oscura realidad tras la euforia europea
La transformación de HTS en una fuerza aparentemente “moderada” ha sido narrada de forma complaciente por los medios occidentales, en un claro intento de encubrir la verdadera naturaleza de un grupo que, no hace mucho, se comprometía abiertamente a instaurar un Estado islámico regido por la ley sharia. “HTS yihadista amenaza cristianos” es una realidad innegable: desde su toma de poder, han surgido episodios de violencia y persecución contra la comunidad cristiana, que en tiempos pasados conformaba hasta el 80% de la población siria antes de la conquista musulmana del Levante.
El presente escenario nos recuerda la amarga ironía de un régimen que, tras décadas de tiranía, ha sido reemplazado por otro tipo de opresión. La narrativa liberal que ensalza la caída de Assad en Europa resulta hipócrita cuando se observa que, en Siria, los cristianos apenas pueden respirar en libertad. Con cada acción de HTS, se refuerza la premisa de que “la fe cristiana en peligro en Siria” no es un mero eslogan, sino una cruda realidad. Las declaraciones de protección a las minorías, emitidas poco antes de la Navidad, resultan ser una cortina de humo diseñada para distraer de la represión y el peligro inminente que enfrentan aquellos que se aferran a la tradición y la fe.
El legado de una revolución traicionada
La verdadera historia de la revolución siria esconde matices que la prensa progresista no se atreve a contar. “La verdadera historia de la revolución siria” es un relato en el que se entrelazan intereses geopolíticos, manipulaciones mediáticas y la desoladora situación de quienes, a pesar de haber celebrado el fin de un régimen, ahora se ven atrapados entre las garras de una nueva forma de extremismo. La antigua grandeza de la comunidad cristiana, que se remonta al apóstol Pablo y que aún se preserva en remotas aldeas como Ma’lula, está siendo amenazada por una modernidad dictada por intereses globalistas que solo buscan el control y el beneficio de élites ajenas a la cultura y la tradición.
En este contexto, la celebración de la caída de Assad en las calles de Europa se muestra como un mero espectáculo, una distracción para quienes no entienden que la verdadera amenaza proviene de aquellos que, en nombre de la liberación, se alinean con una agenda radical y antiamericana. Las élites occidentales, sedientas de un cambio que se ajuste a sus ideales progresistas, han aplaudido la caída del dictador sin ver la continuación de la opresión bajo otro rostro, uno que amenaza la integridad de una de las culturas más antiguas del mundo.
Conclusión
Si bien “Los sirios celebran el fin del régimen Assad” resuena como un himno a la libertad en las calles de Europa, la realidad en Siria es muy distinta. La euforia superficial de Occidente contrasta con el dolor y el miedo que viven diariamente los cristianos sirios, quienes, en un país marcado por la violencia y la intolerancia, se enfrentan a un futuro incierto bajo el yugo de grupos extremistas. La celebración de la caída de un dictador se transforma en una amarga ironía cuando se observa que la verdadera libertad y seguridad para todos aún es un sueño lejano.
En este escenario, resulta imperativo que la opinión pública estadounidense y los patriotas que valoran la libertad, la cultura y la tradición, se muestren críticos frente a las narrativas globalistas que pretenden encubrir la transformación de un régimen brutal por otro aún más peligroso para las minorías y para el orden que ha hecho de Occidente un bastión de la civilización. La historia no debe ser contada desde el confort de una ideología progresista que ignora las consecuencias de sus políticas, sino desde la firme defensa de la verdadera herencia cultural y religiosa que ha forjado la identidad de naciones libres.
En definitiva, mientras Europa celebra la caída de un dictador, es esencial recordar que la libertad no se alcanza con fuegos artificiales y vítores en las calles, sino con la protección de los derechos y la seguridad de aquellos que han sido olvidados por una agenda globalista que busca sacrificar la identidad y la historia en aras de un cambio superficial y peligroso.
⨀ Noel Yaxley, Armando Febles Ramírez y Gloria Savater, periodistas, colaboraron en la redacción de este artículo.