Nicolás Maduro, en medio de acusaciones de fraude electoral y represión, asume su tercer mandato consecutivo en Venezuela, un país hundido en la miseria económica y el aislamiento internacional.
Nicolás Maduro ha jurado un tercer mandato consecutivo como presidente de Venezuela, a pesar de la aplastante evidencia de fraude electoral y el repudio tanto nacional como internacional. El acto de investidura, celebrado en Caracas el viernes por la mañana, marca otro capítulo oscuro en la historia de un país devastado por el autoritarismo y la miseria.
Fraude electoral y represión brutal
Las elecciones presidenciales de 2024 estuvieron marcadas por la exclusión de la principal líder opositora, María Corina Machado, y la inhabilitación arbitraria de su candidatura. Su reemplazo, el exdiplomático Edmundo González Urrutia, parecía haber logrado una victoria decisiva con el 67% de los votos, según las actas recopiladas por observadores independientes. Sin embargo, el Consejo Nacional Electoral (CNE), controlado por el régimen, proclamó a Maduro vencedor con el 52% de los votos. Hasta la fecha, el CNE se ha negado a publicar los resultados completos, lo que refuerza las acusaciones de manipulación.
En respuesta, miles de venezolanos tomaron las calles en protestas masivas, solo para ser enfrentados con una brutal represión por parte del régimen. Manifestantes fueron arrestados, algunos asesinados y otros desaparecidos. Mientras tanto, María Corina Machado se ocultó y Edmundo González huyó a España tras recibir amenazas contra su familia.
Un país en ruinas
La crisis económica en Venezuela, ya catastrófica, sigue profundizándose bajo el mando de Maduro. Con la industria petrolera colapsada y el control estatal paralizando la economía, millones de venezolanos han sido empujados a la miseria o forzados a emigrar. Las calles están marcadas por el hambre, la inseguridad y la desesperanza.
El aislamiento internacional es igualmente severo. Incluso antiguos aliados como Brasil y Colombia han condenado el fraude electoral, dejando a Maduro prácticamente solo en la región. Su único apoyo diplomático relevante sigue siendo Cuba, mientras que Rusia y China mantienen una relación pragmática, más interesada en beneficios estratégicos que en respaldar un régimen fallido.
Implicaciones internacionales
La perpetuación de Maduro en el poder no solo significa más sufrimiento para los venezolanos, sino que también genera tensiones en toda América Latina y plantea desafíos estratégicos para Estados Unidos. La creciente crisis migratoria ya ha afectado a la región, mientras que la consolidación de un régimen abiertamente autoritario en Caracas ofrece a China una plataforma para ampliar su influencia en el hemisferio occidental.
Un futuro sombrío
La ceremonia de investidura, a la que solo asistió el presidente cubano Miguel Díaz-Canel, simboliza el aislamiento y el desgaste de un régimen que ha sacrificado el bienestar de su pueblo por mantenerse en el poder. Con la oposición venezolana diezmada y los organismos internacionales incapaces de ejercer presión efectiva, el camino hacia la recuperación de Venezuela parece cada vez más lejano.
En medio de la miseria, el pueblo venezolano sigue enfrentando un régimen que ha pisoteado la democracia, empobrecido a su nación y dejado un legado de corrupción y desolación que tardará generaciones en superar.