La dilación de Netanyahu expone una falta de voluntad para avanzar hacia la paz y abandonar Gaza.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha vuelto a demostrar su enfoque obstruccionista hacia la paz al anunciar un retraso en la votación del gabinete sobre un acuerdo de alto el fuego con Hamás. Según su oficina, el retraso se debe a un “incumplimiento” por parte de Hamás en una cláusula específica del acuerdo. Sin embargo, esta justificación parece más una excusa que un obstáculo real, ya que muchos observadores internacionales creen que Netanyahu no tiene intención de ceder territorios ocupados ni de aceptar una resolución pacífica que implique concesiones significativas.
El acuerdo, mediado para poner fin a los combates y abrir negociaciones, incluye un alto el fuego de seis semanas, durante el cual se intercambiarían 33 rehenes por cientos de prisioneros palestinos. También se permitiría el regreso de desplazados palestinos y la entrada de ayuda humanitaria. Pero en lugar de facilitar este proceso, Netanyahu ha optado por proteger sus alianzas políticas con ministros como Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir, quienes rechazan cualquier tregua y exigen una continuidad del conflicto hasta la eliminación total de Hamás.
La realidad es que este retraso parece más motivado por las dinámicas internas de poder que por una búsqueda genuina de la seguridad de Israel. Netanyahu se ha atrincherado en una posición que prioriza la expansión territorial y el control absoluto sobre Gaza, en lugar de avanzar hacia una solución sostenible. La narrativa de que Hamás incumple acuerdos no solo desvía la atención de su propia inacción, sino que también prolonga el sufrimiento de miles de civiles atrapados en este conflicto.
Las cifras son devastadoras: más de 46,000 palestinos han muerto desde el inicio del conflicto en octubre de 2023, según el Ministerio de Salud de Gaza, y los ataques indiscriminados han destruido comunidades enteras. Sin embargo, Netanyahu parece más interesado en mantener su postura beligerante que en asumir la responsabilidad de liderar hacia una paz duradera.
Nada es más peligroso que un gobierno que busca monopolizar el control absoluto sobre un territorio ocupado mientras acusa a otros de ser los culpables del estancamiento. Netanyahu, con su retórica y acciones, no solo bloquea las posibilidades de un acuerdo, sino que perpetúa la inestabilidad en la región. Si Israel realmente desea garantizar su seguridad y futuro, la solución no puede ser más ocupación y conflicto, sino el reconocimiento de los derechos de los palestinos y un esfuerzo genuino por la paz.
La dilación estratégica de Netanyahu no solo expone su falta de voluntad para negociar, sino también el peligro que representa para la región: un líder que prioriza su permanencia en el poder sobre cualquier avance hacia la reconciliación.
No obstante, es crucial también señalar que Hamás, como organización terrorista reconocida internacionalmente, representa un grave peligro en este contexto. Su historial de ataques contra civiles y su enfoque violento no solo agravan el conflicto, sino que dificultan enormemente la construcción de un escenario de paz sostenible.
Mientras Netanyahu utiliza la amenaza de Hamás como pretexto para su política de ocupación, su inacción frente a las necesidades humanitarias y su resistencia al diálogo honesto terminan fortaleciendo indirectamente a quienes perpetúan la violencia en ambos lados del conflicto. La resolución de esta crisis exige abordar tanto las acciones de Hamás como las de un gobierno israelí que parece más enfocado en perpetuar el conflicto que en solucionarlo.