La Autoridad Palestina intensifica la censura y represión en el campamento de refugiados de Yenín, silenciando críticas y restringiendo libertades en medio de su operación de seguridad.
La reciente prohibición de Al Jazeera por parte de la Autoridad Palestina (AP) es vista como un esfuerzo deliberado para acallar las críticas a su operación de seguridad en el campamento de refugiados de Yenín, en Cisjordania ocupada. Este acto refleja un patrón preocupante de represión que afecta tanto a la libertad de expresión como a los derechos humanos en la región, según activistas y analistas.
La medida llega un mes después de que la AP iniciara una ofensiva contra las Brigadas de Yenín, una coalición de grupos armados vinculados a facciones palestinas como Hamás, la Yihad Islámica Palestina (PIJ) e incluso Fatah, el partido gobernante de la AP. Desde entonces, Yenín ha sido objeto de un asedio que incluye cortes de agua y electricidad, mientras la AP intenta imponer “orden” en Cisjordania.
Sin embargo, las tácticas empleadas han despertado críticas generalizadas. Decenas de personas han sido interrogadas, golpeadas o forzadas a grabar videos de disculpa por publicar comentarios críticos en redes sociales. Según grupos de derechos humanos, estas acciones evidencian un intento de la AP de controlar la narrativa pública y consolidar su posición, incluso a costa de las libertades fundamentales de los palestinos.
La represión como política
La AP, nacida de los Acuerdos de Oslo de 1993, enfrenta crecientes acusaciones de colaborar con Israel para mantener la ocupación. Durante décadas, su compromiso con los acuerdos ha sido cuestionado, especialmente mientras Israel expande asentamientos ilegales y socava las aspiraciones palestinas de soberanía.
Además de la censura, los críticos apuntan al uso de leyes de delitos cibernéticos como herramienta para justificar la vigilancia y la represión del disenso. La AP, según activistas, emplea estas normas para sofocar cualquier oposición abierta a sus políticas en Yenín.
La reciente prohibición de Al Jazeera, una de las cadenas más influyentes en Cisjordania, es otro ejemplo de estas prácticas. Según Munir Nuseibah, analista de Al-Shabaka, esta decisión no solo daña la causa palestina al restringir la difusión de información, sino que también subraya el intento de la AP de imponer una narrativa única.
Un futuro incierto
A pesar de la presión internacional y local, la AP parece decidida a mantener su curso. Con Estados Unidos y Europa como principales donantes, la administración de Mahmoud Abbas enfrenta el desafío de equilibrar intereses externos con las crecientes demandas internas de cambio.
Mientras tanto, los habitantes de Yenín continúan enfrentando la doble carga de la ocupación israelí y la represión de la AP. La muerte reciente de la periodista Shatha al-Sabbagh y los informes de coerción hacia empleados públicos para apoyar la operación en Yenín reflejan el costo humano de estas políticas.
La censura a Al Jazeera y el uso de la fuerza para silenciar las críticas no solo revelan las grietas en la legitimidad de la AP, sino que también exacerban el sufrimiento de los palestinos, cuyas voces siguen siendo suprimidas en un conflicto que parece no tener fin.