El presidente Donald Trump retiró la nominación de Elise Stefanik como embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, en una decisión sorpresiva que ha generado interrogantes. Stefanik, conocida por su apoyo militante al Estado de Israel y postura agresiva frente a Irán, enfrentaba una confirmación estancada en el Senado. Analizamos los posibles motivos políticos, estratégicos y diplomáticos detrás de este giro, desde una perspectiva escéptica y conservadora crítica del sionismo belicista de Benjamin Netanyahu, así como las implicaciones para la política exterior de Trump en Oriente Medio y el rol de EE.UU. en la ONU.
Un nombramiento retirado por motivos inesperados
La Casa Blanca anunció la retirada de la nominación de Elise Stefanik como embajadora ante la ONU luego de meses de incertidumbre. Oficialmente, Trump justificó el paso atrás citando la estrecha mayoría republicana en el Congreso: con solo 218 escaños republicanos contra 213 demócratas, perder el escaño de Stefanik en la Cámara de Representantes suponía un riesgo para su agenda legislativa
El presidente afirmó en Truth Social que era “esencial mantener CADA escaño republicano en el Congreso” y pidió a Stefanik, “una de sus mayores aliadas”, que permaneciera en la Cámara Baja. En otras palabras, Trump priorizó no debilitar su bloque en el Capitolio antes que llenar el puesto vacante en la ONU.
Este motivo práctico –evitar una elección especial que pudiese costarle a los republicanos un asiento y quizá la mayoría legislativa– fue la razón explícita. De hecho, Mike Johnson, presidente de la Cámara, celebró la “patriótica” decisión de Stefanik de retirarse, alabándola como una de las miembros “más firmes y resueltas” del bloque republicano cuya permanencia ayudará a impulsar la agenda America First de Trump
La propia Stefanik reconoció en una entrevista que varios factores influyeron, incluyendo posibles demoras para llenar su vacante y lo frágil de la mayoría del GOP. Sin embargo, observadores escépticos señalan que este “giro inesperado” podría esconder algo más que simple aritmética legislativa. Stefanik era considerada una de las nominaciones menos controvertidas del nuevo gabinete trumpista y había avanzado sin problemas por el Comité del Senado
Su repentino bloqueo final y retiro han despertado preguntas sobre qué otras preocupaciones pesaron en la Casa Blanca.
Stefanik: halcón pro-Israel y archienemiga de Irán
Elise Stefanik, congresista por Nueva York, se ganó la reputación de “halcón de guerra” en política exterior. Su mapa de prioridades internacionales parece centrarse en dos países: Israel (aliado) e Irán (enemigo)
A diferencia de diplomáticos más moderados, Stefanik ha exhibido un celo beligerante y extremo en defensa de Israel. En mayo de 2024, hablando ante el parlamento israelí (Knéset), llegó a pedir “ayuda sin condiciones” de Washington para Israel, prometiendo entregar “lo que necesite, cuando lo necesite, sin condiciones” para lograr la “victoria total” contra el mal encarnado en Hamás
Esta retórica dura —borrar de la faz de la tierra a los responsables del ataque terrorista del 7 de octubre— fue celebrada por los sectores más duros de Jerusalén. Su fervor pro-israelí le valió incluso el galardón Defensor de Israel, otorgado por el influyente matrimonio Adelson, conocidos financistas tanto de Trump como del primer ministro israelí Netanyahu
Paralelamente, Stefanik se alineó con la línea más dura contra Irán. Opositora del acuerdo nuclear desde sus inicios, respaldó la campaña de “máxima presión” sobre Teherán impulsada por Trump. Aboga por sanciones severas y aislamiento internacional de Irán, en sintonía con la visión de Netanyahu que ve a la república islámica como amenaza existencial. No es de extrañar que haya sido calificada como un “halcón pro-israelí” dentro del Partido Republicano
De hecho, compartió postulados de la facción más ultra del gobierno israelí, llegando a defender el supuesto “derecho bíblico” de Israel sobre la disputada Cisjordania. En el plano diplomático, ha criticado duramente a la ONU, calificándola poco menos que de antisemita cada vez que el organismo daba foro a las quejas palestinas
Fue una de las voces que presionó para cortar fondos a la agencia de la ONU para refugiados palestinos (UNRWA) alineándose con quienes en Israel quisieran desmantelar esa agencia. En resumen, Stefanik encarna la visión “Israel first” dentro de la política exterior republicana, siendo una aliada incondicional de Netanyahu y una de las figuras más abiertamente anti-Irán y anti-Palestina en el Congreso
Esta postura tan dura convirtió a Stefanik en la favorita de los grupos pro-Israel del establishment estadounidense. Organizaciones influyentes que apoyan al gobierno de Netanyahu aplaudieron su nominación inicial, viendo en ella a una embajadora que blindaría a Israel en cada foro de la ONU. No olvidemos que el dogma bipartidista tradicional de EE.UU. ha sido vetar cualquier resolución de la ONU contraria a los intereses israelíes.
Pero Stefanik prometía ir más allá: su estilo combativo aseguraba un respaldo aún más militante al Estado judío y una voz implacable contra enemigos como Irán. Grupos judíos progresistas, por el contrario, se alarmaron con su designación y tildaron su discurso de “rabioso”, considerando que demostraba un celo ideológico desmedido incluso comparado con ex embajadoras duras como Nikki Haley
Esta crítica proveniente del ala progresista indica cuán polarizadora era su figura: venerada por halcones pro-Israel y vista con temor por quienes abogan por mayor moderación diplomática.
¿Solo la mayoría legislativa? Posibles cálculos tras bastidores
Si bien Trump adujo motivos numéricos del Congreso, un enfoque escéptico invita a preguntarse si hubo consideraciones estratégicas adicionales en la retirada de Stefanik. Por un lado, evitar una pelea de confirmación prolongada ahorra capital político.
Aunque los republicanos controlaban el Senado (según proyecciones tras 2024), los demócratas seguramente habrían usado las audiencias para destacar las posturas radicales de Stefanik en la ONU, especialmente su rechazo al papel de la organización y su alineamiento total con Netanyahu. Era previsible un intenso escrutinio internacional si asumía: su llegada habría sido una señal de que Trump abrazaba sin reservas la agenda de los halcones pro-israelíes
De hecho, analistas señalaron que nombrarla fue visto inicialmente como un “triunfo para los halcones” en la interna republicana, indicando que la pulseada entre aislacionistas y neoconservadores dentro del trumpismo se inclinaba a favor de estos últimos.
No obstante, Trump es ante todo pragmático. Retirar la nominación de Stefanik podría ser también una forma de no jugarse todas las cartas con Netanyahu en este momento. Aún respaldando firmemente a Israel, Trump sabe que las guerras en Oriente Medio (Gaza, Líbano) han dejado a EE.UU. y a Israel algo aislados en la opinión mundial
Quizá la Casa Blanca calculó que colocar a una figura tan belicosa en Nueva York podía tensar aún más las relaciones con aliados europeos y con la ONU en plena búsqueda de soluciones diplomáticas. De hecho, durante la ausencia de un embajador titular, la misión interina de EE.UU. en la ONU ya había marcado distancias con Europa en votaciones sobre Ucrania, mostrando que Trump no teme aislarse en ciertos temas.
Pero en el dossier Irán-Israel, abrir un nuevo frente confrontacional total en el Consejo de Seguridad podría complicar otras negociaciones. Trump ha oscilado entre la dureza retórica y la cautela táctica (recordemos que en 2019 frenó a último minuto un ataque militar contra Irán a pesar de la presión de sus asesores halcones).
Es posible que prefiera mantener cierta flexibilidad estratégica sin estar atado a la voz combativa de Stefanik en la ONU. Al fin y al cabo, siempre “hay otros que pueden hacer un buen trabajo” allí, como dijo Trump, minimizando la necesidad específica de Stefanik en ese rol
Asimismo, está el factor lealtad personal y utilidad interna. Stefanik ha sido una de las aliadas más leales de Trump, defendiéndolo férreamente en el impeachment de 2020 y liderando la Conferencia Republicana en la Cámara. Mantenerla en el Congreso asegura que siga siendo un “ariete” a su favor en el frente doméstico, donde se avecinan batallas legislativas cruciales.
Sacrificar su escaño por una posición diplomática tal vez no compensaba. En términos de realpolitik, Trump envía un mensaje: la prioridad es consolidar el poder en casa antes que proyectarlo en el inestable escenario multilateral. Esto encaja con la vena más nacionalista y libertaria del conservadurismo estadounidense, que desconfía de los organismos internacionales y prefiere enfocar los recursos en la política interna y en una diplomacia más bilateral y selectiva.
Desde esta óptica, no habría prisa en tener un embajador “titular” en la ONU si a cambio se preserva una valiosa congresista en Washington. Después de todo, durante su primer mandato Trump dejó vacante esa silla por meses sin reparos, demostrando que la ONU no es una tribuna que considere prioritaria.
Implicaciones para la política exterior de Trump
La salida de Stefanik de la carrera a la ONU abre interrogantes sobre el rumbo de la política exterior de Trump en su nuevo mandato, especialmente respecto a Oriente Medio. Por un lado, nada indica un debilitamiento del apoyo de Trump a Israel. Su administración seguirá respaldando a Netanyahu en los foros internacionales; es casi seguro que vetará cualquier resolución que condene a Israel por sus operaciones militares, manteniendo la tradición histórica
La diferencia es que, sin Stefanik como embajadora, tal vez se reduzca la retórica incendiaria. Un embajador alternativo (aún no anunciado) podría ser alguien igualmente leal pero de perfil más técnico o discreto, que genere menos resistencia pública. Con o sin Stefanik, la postura de EE.UU. en la ONU seguirá siendo pro-Israel, pero tal vez con menos estridencia personalista.
Donde podría haber una señal interesante es en la cuestión de Irán. Stefanik personificaba la opción más confrontativa: máxima presión, cero diálogo y posible respaldo a acciones militares israelíes contra Teherán. Si Trump opta por nominar a alguien menos identificado con esa línea dura, algunos analistas podrían interpretarlo como un intento de dejar una puerta entreabierta a la negociación o al menos a gestionar la amenaza iraní de forma más calibrada.
Es cierto que Trump y Stefanik coincidían en rechazar el acuerdo nuclear y en considerar a Irán un adversario peligroso, pero Trump también ha insinuado que prefiere acuerdos “mejores” a guerras interminables. Un halcón ferviente en la ONU podría dificultar cualquier acercamiento indirecto. Al mantener a Stefanik en el Congreso y fuera de la ONU, Trump gana margen de maniobra: su gobierno conserva la confianza de los sectores pro-Israel sin necesariamente cerrar opciones diplomáticas de manera pública. En otras palabras, evita atarse a la postura inflexible de un solo actor y se permite jugar varias cartas en el tablero internacional.
En cuanto al rol de EE.UU. en los organismos multilaterales, la movida refuerza la idea de un Trump escéptico y hasta desdeñoso de foros como la ONU. La embajada estadounidense en Nueva York seguirá manejada por funcionarios de segundo rango hasta nuevo aviso, lo que algunos interpretan como una señal de la baja prioridad que la Casa Blanca asigna a la diplomacia multilateral tradicional. Esto no sorprendería: Trump ya en su primer mandato retiró a EE.UU. de organismos y acuerdos globales (UNESCO, Consejo de Derechos Humanos, Acuerdo de París) cuando no servían a sus intereses.
En esta segunda etapa, se anticipa una política exterior aún más nacionalista y confrontativa en ciertos temas, pero selectivamente aislacionista en otros. La retirada de Stefanik podría sugerir que Trump no buscará choques gratuitos en la ONU por ideología si estos comprometen su frente interno; escogerá sus batallas con cálculo frío. Es un estilo diferente al de los neoconservadores clásicos: menos mesianismo democrático y más realismo transaccional.
En síntesis, Trump privilegió la solidez de su gobierno en Washington por sobre un nombramiento diplomático de alto perfil. Al hacerlo, dejó en suspenso la llegada a la ONU de una de las voces más duras en favor de Israel y contra Irán. Esto calma temporalmente a quienes temían una escalada verbal en Nueva York, aunque está por verse si el sustituto será mucho más moderado.
Para Israel, significa que pierde (por ahora) a una embajadora “amiga” fogosamente comprometida con su causa, aunque Netanyahu sabe que cuenta con Trump pase lo que pase. Para el sector conservador libertario y escéptico de las intervenciones extranjeras, la decisión de Trump puede verse con alivio moderado: se evita dar rienda suelta a un halcón belicista en la ONU y se reafirma que primero está la batalla política doméstica antes que las cruzadas globales.
Desde luego, los desafíos internacionales persisten –el conflicto en Gaza, la amenaza iraní, las tensiones en la ONU– y Trump deberá afrontar esas pruebas sin Stefanik en Nueva York, pero con ella de vuelta en el Congreso.
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