Pulsa «Intro» para saltar al contenido

TSMC y el monopolio de chips: Un riesgo para EE.UU.

Chips taiwanés / Fotografía cortesía de Fritzchens Fritz de Berlín / licencia CC0 1.0.
Puedes compartir esta historia:

La hegemonía de la empresa taiwanesa amenaza la seguridad económica de Estados Unidos, mientras Trump apuesta por una industria nacional fuerte.

Estados Unidos y su peligrosa dependencia de TSMC

Estados Unidos enfrenta un desafío crítico con la creciente influencia de Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) en el sector tecnológico. Mientras la Ley CHIPS se planteó como una estrategia para fortalecer la producción nacional de semiconductores, en la práctica, terminó beneficiando a empresas extranjeras como TSMC, que recibió más de 6 mil millones de dólares en subsidios estadounidenses.

El presidente Donald Trump ha sido uno de los más críticos con esta política, argumentando que Estados Unidos ha permitido que empresas extranjeras se apoderen de la industria de chips mientras la producción nacional languidece. “Hemos puesto miles de millones de dólares a disposición de empresas ricas para que vengan y tomen prestado el dinero y construyan aquí empresas de chips”, expresó Trump en una entrevista con Joe Rogan. “Estas empresas nos robaron el 95% de nuestro negocio y ahora quieren protección”.

El dominio global de TSMC no solo plantea un problema económico, sino que también representa un riesgo estratégico para la seguridad de Estados Unidos. La empresa controla más del 60% del mercado mundial de semiconductores y produce el 90% de los chips más avanzados del mundo. Mientras tanto, Intel, que alguna vez fue un ícono estadounidense, ha perdido terreno de manera alarmante.

El problema del monopolio taiwanés

Uno de los mayores problemas es que TSMC ha asegurado contratos con gigantes tecnológicos estadounidenses como Apple, Amazon y Nvidia, lo que le otorga un control absoluto sobre la producción de chips. Esto ha dejado a la industria estadounidense sin alternativas viables y ha consolidado el dominio extranjero sobre una de las tecnologías más críticas para la economía moderna.

Imagine.art

A pesar de la alianza histórica entre Washington y Taipei, la realidad es que ni siquiera Estados Unidos reconoce formalmente a Taiwán como una nación independiente. Esto convierte la relación en una cuestión de pragmatismo, y no de lealtades inquebrantables. Trump lo entiende bien: la prioridad debe ser proteger los intereses estadounidenses antes que reforzar la hegemonía de TSMC bajo el pretexto de la cooperación internacional.

Si bien China ha mantenido su retórica sobre la reunificación con Taiwán, la amenaza inmediata para Estados Unidos no es una invasión militar, sino la dependencia tecnológica creada por el dominio absoluto de TSMC. Una crisis en la región—por tensiones políticas, bloqueos comerciales o disputas diplomáticas—podría interrumpir la cadena de suministro de semiconductores de manera devastadora.

Trump y la necesidad de una industria de chips nacional

Frente a esta realidad, Trump ha defendido un enfoque mucho más firme para nivelar la balanza a favor de los fabricantes estadounidenses. Ha sugerido la imposición de aranceles a los chips fabricados en el extranjero, con el fin de incentivar la producción nacional. “Hay que imponer aranceles tan altos que vendrán y construirán sus propias empresas de chips a cambio de nada”, afirmó.

El pragmatismo de Trump va más allá de las alianzas diplomáticas. Su política prioriza la reconstrucción de la industria tecnológica en suelo estadounidense, evitando la dependencia de actores extranjeros, sean aliados o no. Para ello, se debe garantizar que TSMC opere en Estados Unidos bajo términos estrictos: invirtiendo en instalaciones nacionales, capacitando a trabajadores estadounidenses y cumpliendo con acuerdos de negociación colectiva.

Invertir en el futuro: una estrategia para la próxima década

Según Trump, el gobierno federal no puede quedarse de brazos cruzados mientras TSMC sigue consolidando su poder y es imperativo que Washington adopte una estrategia a largo plazo para fortalecer la industria nacional de semiconductores, incluyendo:

  • Inversiones masivas en formación de ingenieros y técnicos especializados.
  • Desarrollo de infraestructura y plantas de producción optimizadas.
  • Creación de incentivos fiscales para atraer capital privado a la manufactura de chips.
  • Supervisión estricta de las prácticas empresariales de TSMC en territorio estadounidense.

Estados Unidos tiene la capacidad de competir con TSMC, pero necesita un liderazgo que no caiga en la complacencia o el temor a desafiar a los gigantes tecnológicos extranjeros.

Conclusión: La hora de actuar es ahora

TSMC ha pasado décadas consolidando su dominio sobre la industria de semiconductores, mientras Estados Unidos ha permitido el debilitamiento de sus propias empresas. Si los responsables políticos no toman medidas decisivas, la nación podría enfrentarse a una crisis sin precedentes en la cadena de suministro tecnológica. Trump ha señalado el camino correcto: la independencia tecnológica debe ser una prioridad.