Sarah McBride, la primera legisladora trans de Delaware, está indignada: ¡los republicanos están “obsesionados con la guerra cultural”! Porque claro, la izquierda nunca habla de género, diversidad ni pronombres, ¿verdad? La respuesta en redes fue un festín de ironía. Desde la Heritage Foundation hasta Trump War Room, nadie se tragó el cuento. ¿Quién es el que de verdad está obsesionado?
SARAH MCBRIDE DESCUBRE LO “RARO Y EXTRAÑO”: LA REALIDAD
Sarah McBride, la inquebrantable defensora de la tolerancia (pero solo para quienes piensen como ella), ha vuelto a iluminar al mundo con su aguda visión política: ¡los republicanos están demasiado centrados en la guerra cultural! Sí, porque la izquierda, en su infinita moderación, jamás habla de género, identidad o cómo redefinir la biología con un par de hashtags.
McBride, en un acto de máxima autoconciencia, decidió dar un sermón sobre “decoro” y “seriedad” en la política. Porque claro, nada dice “seriedad” como exigir que toda una nación participe en un teatro colectivo donde la realidad biológica es un chiste opcional.
NO ES UNA OBSESIÓN, ES SOLO NEGARSE A JUGAR EL JUEGO
“Algunos de mis colegas republicanos no pagan alquiler”, exclamó McBride, sugiriendo que la derecha pasa demasiado tiempo pensando en ella. Curioso, porque si alguien parece haber convertido su identidad en el centro del universo, no son precisamente los republicanos.
Mientras la inflación descontrolada devora los salarios y el crimen convierte las calles en tierra de nadie, aquí estamos, una vez más, debatiendo sobre quién puede usar qué baño y si la ciencia es “opresiva”.
Pero lo que realmente preocupa a McBride no es la economía ni la seguridad nacional, sino que los republicanos se niegan a aceptar sin pestañear que un hombre puede, mágicamente, convertirse en mujer con solo desearlo muy fuerte.
LAS RESPUESTAS QUE MCBRIDE NO QUERÍA LEER
X (antes Twitter) fue una carnicería. Riley Gaines, ex nadadora de la NCAA, soltó una de esas frases que resumen la ironía de la era moderna:
“El pueblo estadounidense merece funcionarios electos serios”, dice el hombre que se cree mujer.
¡Boom! Un K.O. con una línea.
La Heritage Foundation tampoco perdió la oportunidad de recordarle a McBride un pequeño detalle:
“Los hombres que se hacen pasar por mujeres y exigen que todo el mundo les siga el juego es raro y extraño.”
Pero claro, en esta guerra cultural, si no te arrodillas ante la narrativa, automáticamente te acusan de “odio” y “extremismo”.
John Daniel Davidson de The Federalist también se sumó al festival de obviedades:
“No sé, creo que es más raro y extraño que un hombre afirme que los hombres pueden convertirse en mujeres y luego exija que todos participen en un engaño obvio.”
Incluso la cuenta de Trump War Room se limitó a una sola palabra, suficiente para incendiar la red:
“Hermano.”
Nada más que agregar, su señoría.
LA VERDAD ES INNEGOCIABLE
La representante Mary Miller (R-IL), quien ya había sacado de sus casillas a McBride al dirigirse a él como “señor”, remató con una dosis de realidad difícil de digerir en ciertos círculos:
“Lo verdaderamente ‘raro y extraño’ es pensar que puedes ponerte una peluca, maquillarte y de repente convertirte en ‘mujer’. Ninguna simulación cambiará jamás la forma en que Dios te creó.”
Tic, tac. La biología sigue sin doblarse ante los caprichos de la corrección política.
MCBRIDE SE QUEJA DEL ESPEJO
El problema no es que los republicanos estén “obsesionados” con la guerra cultural. El problema es que se niegan a participar en un juego donde la lógica se tira por la ventana y las reglas cambian según la agenda del día.
McBride puede seguir con su indignación performativa, pero lo cierto es que el espectáculo se cae cuando la audiencia deja de aplaudir.
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