Casi un mes después de la llamada entre Donald Trump y Vladimir Putin, Ucrania ha aceptado una tregua de 30 días, condicionada a la reanudación de la ayuda militar estadounidense. Rusia ha rechazado la propuesta, argumentando que beneficiaría únicamente a Kiev y sus aliados. Mientras la situación se estanca, la geopolítica mundial se reconfigura. ¿Es esto el inicio del fin del conflicto o solo otra jugada estratégica?
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El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca marca una ruptura histórica con el orden globalista. Su administración está reestructurando la política interna y externa, eliminando el viejo sistema de poder y redefiniendo el papel de EE.UU. en el mundo. La era del "imperio liberal" se desmorona, dando paso a una estrategia más transaccional y nacionalista, con implicaciones impredecibles para Europa, Rusia y China.
El gobierno sirio, bajo el liderazgo de Abu Mohammad al-Julani, ha sellado un acuerdo con las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) para su reintegración en el país. Ante la falta de opciones estratégicas, los kurdos han optado por pactar con Damasco. Estados Unidos, enfocado en sus propios intereses nacionales, ha dejado claro que no seguirá financiando conflictos sin un retorno tangible.
El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, envió una carta de disculpa al presidente Donald Trump tras la polémica reunión en la Oficina Oval. Esta inesperada movida ha generado intensas discusiones en Washington y en el escenario internacional. La Casa Blanca reafirma su postura: sin una Ucrania alineada con los intereses de Estados Unidos, no habrá apoyo incondicional. ¿Estamos ante un cambio radical en la geopolítica mundial?
La reciente reunión en Londres dejó en evidencia la falta de una estrategia clara de Europa frente a la guerra en Ucrania. Mientras EE.UU. y Rusia avanzan en negociaciones bilaterales, líderes europeos discuten planes divergentes, sin consenso ni liderazgo definido. La falta de unidad debilita la posición de Europa y expone su dependencia del respaldo estadounidense en el conflicto.
Estados Unidos votó junto a Rusia, Corea del Norte y otros regímenes autoritarios en contra de una resolución de la ONU que condena la invasión rusa de Ucrania. Esta postura refleja un cambio estratégico bajo la administración Trump, que busca alejarse de la intervención globalista y priorizar el interés nacional. Sin embargo, republicanos neoconservadores, alineados con el complejo militar-industrial, critican la decisión, argumentando que aleja a EE.UU. de su alianza con Europa.
Estados Unidos votó en contra de una resolución de la ONU que responsabiliza únicamente a Rusia por la guerra en Ucrania. Israel también se opuso, alineándose con la estrategia estadounidense. La votación expuso divisiones en el bloque BRICS, con India y China absteniéndose. En paralelo, el Consejo de Seguridad aprobó una resolución impulsada por EE.UU. que llama al fin del conflicto sin señalar culpables.